Haced memoria, queridas lectoras y lectores. Día de Reyes: miles de vehículos atrapados en la nieve con cuatro mil personas (ancianos y niños incluidos) encerradas a temperaturas bajo cero. Horas sin que aparezca una máquina quitanieves, nadie que ayude salvo los vecinos cercanos a la autovía, hasta que finalmente hacen acto de presencia los que siempre sacan las castañas del fuego a los mandamases: la Unidad Militar de Emergencias, que bendito sea el día que la crearon.
Que la crearon… Quienes tienen ahora la responsabilidad de comandar a la UME pusieron en su momento el grito en el cielo cuando esta fue creada por un gobierno de otro partido. Llegaron a tachar de inconstitucional la existencia de este cuerpo perteneciente al Ejército Español que no sólo salva las vidas y los bienes de los ciudadanos, sino que da al estamento militar patrio un prestigio que sin duda sería menor de no existir esta unidad. Las imágenes están grabadas, la hemeroteca disponible. Pero quienes dijeron estas barbaridades no parecen afectados por sus meteduras de pata de antaño. Se comportan como si no pasara nada, como si la cosa no fuera con ellos.
¿Y la nieve? ¿Qué pasa con la nieve? Pues nevar nieva cuando le da la gana al dios de la meteorología. O cuando la atmósfera tiene a bien que sus queridas nubes se conviertan en blancos copos que caen blandamente sobre los campos de España. Pero fíjense ustedes que las ciencias han avanzado que es una barbaridad, y son capaces de decirnos con unos días de antelación dónde, cuándo y cuánto va a nevar. Es entonces el momento de que quienes mandan tomen las medidas que deben tomar para que este bonito (pero muy molesto, por experiencia os lo digo) fenómeno meteorológico no cause un caos mayúsculo.
Esto sería lo lógico. Incluso lo obligatorio para las autoridades, que para eso cobran. Pero no, no se toma ninguna medida preventiva. A pesar de que quien hoy nos gobierna tuvo la desgracia de ser grabado criticando a los que entonces gobernaban por hacer exactamente lo mismo que él mismo y sus subordinados han hecho en este caso: nada. Peor aún: sus subordinados, aquellos que deberían tomar con firmeza las riendas de la ayuda a los afectados, ya que no fueron capaces de agarrar las de la prevención, no sólo no se mueven de sus casas sevillanas para dirigir la crisis, sino que afirman con sorna y retranca, por no decir desprecio a nuestra inteligencia, que desde sus casas pueden controlar perfectamente la situación. Teletrabajo, en suma. Curiosamente, una forma de trabajo que se prohíbe a los demás por ¿ineficaz, improductiva?, pero perfectamente válida para ellos.
Y he aquí que los mandamases desvían las culpas a la compañía concesionaria de la autopista, que no olvidemos, es de peaje y cuya concesión se la dieron por cierto los mandamases. Y anuncian una investigación como las de siempre, que no encontrará ningún culpable y que perdonará a todos los implicados: mandamases y empresas concesionarias. Y lo peor es que, estoy seguro, cuando la empresa concesionaria les afea a los mandamases que le echen a ella la culpa de lo que ha pasado, los mandamases rizan el rizo y echan la culpa ¡a los conductores! ¡Sí señor, a los conductores! A los cuales por cierto no se les avisó de forma alguna de lo que iba a pasar, ni en los letreros luminosos de la autopista, ni en los medios de comunicación, ni en los canales oficiales de la DGT. No, estoy mintiendo; sí que hubo un aviso capaz de llegar hasta el infinito y más allá: un tweet del señor Director General de la DGT.
Pues eso: que los culpables son los de siempre, los ciudadanos de a pie. Y culpables son, sin duda, por permitir que personas que desconocen por completo aquello para lo que se les ha nombrado y cuyo único mérito es ser amigo íntimo del ministro del ramo ejerzan el poder en nuestro país. Personas que mienten con un descaro tal que hacen sonrojar al más coriáceo de los corruptos, como ya se demostró en su momento con una vivienda que, según este señor en concreto, no existía, que nunca había visitado y cuya costosa rehabilitación él ni había ordenado ni diseñado. Todo lo cual se demostró inmediatamente que era rigurosamente falso. Y total, para no pisarla casi, ya que su cuartel general, todo el mundo lo sabe, tiene aroma sevillano. Y es que el terruño tira mucho, demasiado.
Pues eso: hay quienes querrían que las cámaras de vídeo nunca hubiesen sido inventadas. Porque el pasado tiene la maldita manía de volver al presente: y más si está grabado y hay nieve de por medio.
