Consuelo Martínez-Sicluna define la praxis política como: “el juego de la democracia deliberativa”. Sin duda, la palabra ‘juego’ se ha convertido en un muy buen término para designar la situación actual si pensamos en que, en los últimos días, la grave crisis sanitaria que estamos atravesando ha pasado a un segundo plano por tales titulares como: ‘Pablo Iglesias deja el Gobierno para disputar la presidencia de Madrid a Ayuso’, ‘Elecciones en Madrid: lista de colegios electorales donde votar el 4 de mayo’ o ‘Moción de censura: doble golpe a López Miras’. Un muy buen momento para pelear por ser el primero de la fila como ocurre en el patio de colegio.
Efectivamente, la situación política española y, en concreto, el panorama político que tenemos montado en Murcia, es lo más parecido a un corrillo de niños en el patio de un colegio. Diferenciados según su clase, por un peto distintivo. Los azules no pueden mezclarse con los del peto rojo y el naranja nunca ha sido un color muy solicitado. El grupo A siempre será mejor que el B. Así los enseñaron. El popular del colegio se caracteriza por su labia y para mantener su trono tiene que hacer, de vez en cuando, alguna travesura. La nueva trastada que planea es la disputa por las conserjerías, una disputa a la altura de un trueque de cromos a la salida del colegio.
En lo que respecta a Murcia, hay muchos que opinan que la moción fue más que merecida debido a que López Miras no es más que la marioneta de Ballesta, verdadera mano ejecutora de la política murciana; sin embargo, otros muchos piensan que nuestro presidente regional, en lo que llevamos de pandemia, no ha hecho más que un ‘copia y pega’ de aquellas Comunidades Autónomas con mayor número de restricciones, pero ¿dónde reside aquí la objetividad? ¿De verdad la situación actual acompaña para realizar este tipo de mociones? ¿Acaso es cierto aquello de que prima el poder por encima del bienestar de la sociedad?
No seremos nosotras quienes hagan tales afirmaciones o, por el contrario, las desmientan. Esto es mucho más sencillo. De vuelta a las aulas escolares (mismo sitio donde votamos a nuestros representantes políticos), pensemos en la importancia que tiene la figura del delegado de la clase. Democráticamente se hacía una votación para elegir a una persona que sería la encargada de pedir a los profesores posponer un examen, la que conoce todas los deberes que hay que hacer para el día siguiente, en definitiva, el delegado es el portavoz de un grupo que recoge todas las necesidades y las transmite a cargos superiores. Ahora bien, ¿recuerdan cuáles eran las razones por las que se decantaba por un candidato u otro? Normalmente, no ganaba el candidato más responsable sino aquel que más contactos tenía, el más gracioso, el más popular.
Es un buen momento para recordar el papel tan importante que ocupa la clase para elegir a su delegado, el papel imprescindible del pueblo en la política. La esfera política toma decisiones que afectan a los ámbitos más importantes de la vida en sociedad. Esta acción se está pronunciando con la crisis sanitaria que atraviesa el mundo entero, de hecho, las acciones políticas determinan por qué un país está ‘mejor’ que otro. No nos llevemos las manos a la cabeza cuando los representantes que hemos elegido actúen sin pensar en nosotros. Utilicemos bien nuestro poder de elegir.
