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Viernes, 19 de Abril del 2024
Saturday, 19 September 2020

Presupuestos 2021: cuestión de vida o muerte

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Tino Mulas Tino Mulas

CLR/Tino Mulas.

Así de simple. Así de sencillo. España tiene una absoluta necesidad de un presupuesto. Es cuestión de simple y mera supervivencia.

No es necesario hacer hincapié en la situación del país. La pandemia, que causó estragos en nuestra economía en su primera arremetida, vuelve por sus fueros. Los gravísimos efectos económicos que todos hemos sufrido no solo no se remontan, sino que la segunda oleada de la Covid-19 pone negros, muy negros nubarrones en el panorama de una hipotética recuperación. Contamos con la ayuda europea, sí, pero esta ayuda tiene que estar muy bien definida y organizada para que sea útil. Y ahí radica la dificultad.

 

Porque la manera de organizar y estructurar la ayuda de la UE y toda la masa monetaria en manos del estado para intentar paliar primero y superar después esta pavorosa crisis es la elaboración de un presupuesto. Es decir, definir de cuánto dinero se va a disponer y en qué capítulos se va a gastar. El presupuesto es la más importante herramienta con la que cuenta un gobierno al frente de un estado para guiar, encauzar y estimular la economía del país. Y cuando las circunstancias son como las actuales, la mera supervivencia económica de la nación exige la existencia de un presupuesto con el que enfrentarse a los problemas, que es obvio que son muy graves.

 

Que la política española actual es vomitiva no es ningún secreto. Que buena parte de los políticos españoles que se disputan el poder carecen no ya solo de formación y de recursos intelectuales, sino del más mínimo patriotismo o preocupación por su pueblo, es una opinión que comparte la mayoría de la población española. Pero que en su indignidad muchos de esos políticos se dediquen en vez de a buscar soluciones a levantar obstáculos clama al cielo. Me explico.

 

El parlamento nacional no ha estado nunca tan fragmentado. Es fiel reflejo de la inestabilidad y de la diversidad de tendencias políticas en nuestro país. Cierto es que el tan anunciado por algunos final del bipartidismo no se ha producido; incluso parece alejarse la posibilidad de que los grandes partidos desaparezcan. Pero lo que resulta evidente es que el tiempo de las grandes mayorías pasó y que ahora se imponen las coaliciones y, por tanto, la negociación. Así que la elaboración de un presupuesto no puede hacerse sin que el gobierno, de coalición por cierto, busque apoyos a diestra y siniestra para sacarlo adelante; es decir, sin negociar. Y aquí empieza el problema.

 

Y empieza el problema porque unos y otros se excluyen mutuamente de la negociación. Los vetos cruzados entre los partidos pueden parecer naturales, pero no lo son. Porque la situación actual del país no está para imponer criterios ideológicos a ultranza en los presupuestos, excluyendo a quienes no piensen como nosotros. La situación actual, gravísima (y más grave que se va a poner) requiere que todos, TODOS, renuncien a una parte de sus convicciones, de sus ideas para que todos, TODOS, salgamos ganando. No estaría mal que siempre fuera así, sería muy positivo que las decisiones se tomasen negociando, pero es que en esta ocasión no existe, a mi modo de ver, otro remedio que el esfuerzo común por el bien del país, de esa nación, esa patria que todos tienen siempre en la boca pero por la que la inmensa mayoría de los políticos hace muy poco, o incluso nada.

 

Hay que dejar a un lado, al menos en esta ocasión, las diferencias ideológicas irreconciliables. Es necesario que nuestros políticos se den cuenta de una vez de que España no son ellos, ni sus votantes. De que el país está compuesto por gentes de diversos orígenes e ideas que no por no pensar como ellos son menos españoles. Como mínimo son tan españoles (aunque a algunos les pese) como ellos. Y el país, nuestro país, es de todos. Pero algo tan fácil de comprender, tan natural como esto que afirmo y que yo creo que comparten la mayoría de mis compatriotas, es para algunos y en especial para ciertos líderes políticos algo fuera de su entendimiento. Comprendo y es lógico que cada partido defienda sus ideales y los intereses de determinadas clases sociales. Pero es igual de lógico y de exigible que todas las formaciones políticas tengan como objetivo final el bien común, que es el verdadero y único patriotismo. Y para ello hay que gobernar para todos, porque como he dicho el país no es solo tu grupo de seguidores y votantes, sino también los grupos de todos los demás.

 

Lo malo es que no tenemos hombres y mujeres de los que consideramos “de estado”, de esos capaces de ceder sin renunciar a sus ideales para que en situaciones como la que padecemos la unidad y la visión de país consigan afrontar primero y superar después las dificultades que nos aquejan. La mayoría de las y los políticos de la actualidad, especialmente a nivel nacional, carecen de esta convicción, de esta mirada más allá de sus intereses personales o de partido, demostrando que España y los españoles somos algo secundario, cuando no sin importancia, para ellos.

 

En resumen: España necesita un presupuesto para no derrumbarse. Y ese presupuesto solo es posible mediante el pacto de las fuerzas políticas, que incluso podrían ganar enteros en su credibilidad participando en y alcanzando ese pacto. Pero muchas de ellas son incapaces de imaginarse pactando con otras de signo contrario, ni siquiera por el bien del país. Y demuestran así su falta absoluta de patriotismo y su desinterés por los españoles.

 

Y así nos va.

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