Leer el listado de defraudadores que Hacienda publica cada año es un auténtico ejercicio de autocontrol. Porque el cabreo que puede el lector cogerse al ver esa retahíla de apellidos, muchos de ellos rimbombantes y de postín, puede ser monumental. Máxime cuando nos damos cuenta de que todos estos deudores o morosos para con España deben al menos un millón de euros (muchos de ellos muchos más), dinero que seguro que no han empleado en obras sociales o en apoyo a la investigación médica.
Y hay algo aún peor. Porque este listado es el listado VIP, pero la lista total es tan amplia que harían falta muchos tomos para contenerla. Y es que en España tenemos un problema. Y es el de la economía sumergida y el continuado engaño a Hacienda.
En nuestro país algo más de un veinticinco por ciento de la economía está fuera del control del Estado. Esto significa que de cada cuatro euros que se producen en España, algo más de uno no cotiza. Puede que no parezca mucho a quienes somos poco entendidos en macroeconomía, pero en realidad es una barbaridad. Para que os hagáis una idea, queridos lectores y lectoras, si este euro solitario tributara no tendríamos déficit público, la pensiones se podrían pagar sin problemas e incluso subirlas y nuestro estado del bienestar sería auténticamente de bienestar, y no de baratillo. Pero no, no os hagáis ilusiones. Porque el Estado, que debería perseguir hasta la extenuación a los protagonistas de esta economía golfa, más bien hace poco en este sentido. Y no lo digo yo; lo dicen quienes deberían llevar a cabo esta persecución, los técnicos de Hacienda, que denuncian de forma reiterada que no disponen de los medios necesarios para realizar su trabajo, o que incluso se los escatiman desde las altas esferas del Estado.
Esto suena mal. Tan mal que muchas veces me pregunto si en nuestro país a algunos partidos políticos no les interesa en absoluto luchar contra la economía sumergida y el fraude fiscal. Porque en este mundo tienen buena parte de sus apoyos políticos y electorales, cuando no económicos, y hay que pagar este apoyo.
Quienes mueven dinero en negro lo hacen a sabiendas de que cometen un delito y de que están defraudando no sólo al Estado, sino a toda la ciudadanía española. En dos palabras, a España. Y es curioso que estas gentes tan poco patriotas se ven a sí mismos como españoles hasta la médula. Pero son en realidad patrioteros, patriotas de boquilla cuya verdadera madre patria es la rancia, la chanchullera. La del amiguismo y la corrupción, la que durante demasiado tiempo ha esquilmado al país al que dicen amar y al que sólo saben robar y engañar. Por mucha bandera que agiten y mucho que griten el nombre de España.
Pero no creáis, queridos y queridas compatriotas, que son sólo los ricos los que defraudan. No señor. Puede que hasta esa España rancia y chanchullera sea en parte una realidad. Porque fuera del núcleo dorado de los ricos y poderosos hay muchos millones de españoles que practican la trampita, el pequeño fraude, o incluso el mediano, que aunque parezcan irrelevantes individualmente si se multiplica por muchos millones llega a proporciones escalofriantes. Desde no pagar el IVA por una reparación hasta cobrar parte del sueldo en negro o realizar trabajos de todo tipo de forma irregular. O directamente no pagar los impuestos que uno debe pagar, aunque sea nuestra actividad visible para Hacienda. ¿Qué ocurre con esta economía B de baja intensidad? Pues que a medio y largo plazo lo que vas a perder es mucho más de lo que has ganado (o ahorrado) no pagando lo que debes. Porque la vida es larga y tiene momentos en los que vamos a depender de la protección del Estado. Desde la atención sanitaria a la educación, desde la protección del desempleo hasta las pensiones de jubilación y viudedad. Y claro, el sistema está montado de tal forma que uno recibe en muchos de estos casos en función de lo que durante su vida laboral ha aportado o cotizado. Y si se ha aportado o cotizado poco porque se cobraba una proporción significativa en negro y sin declarar, pues resulta que llega Paco con la rebaja y nuestra pensión de jubilación o nuestro seguro de paro son magros o incluso míseros. Y entonces protestamos y ponemos el grito en el cielo y criticamos al vecino que tiene una buena pensión o cobra un seguro de paro decente. Pero se nos olvida decir que ese vecino siempre declaró lo que ganaba y cotizó en consecuencia, llenando la hucha de su futuro y del de otros españoles con sus aportaciones, mientras que los que hoy se quejan en su tiempo no lo hicieron y ahora pagan las consecuencias.
Pues nada, que entre ricos y pobres fastidiamos al país. Más delito tienen los ricos, en mi opinión, porque lo que defraudan lo usan para simplemente vivir rodeados de más lujo y boato, mientras que los pobres en muchas ocasiones son más bien víctimas que delincuentes, aunque de todo hay en esta viña del Señor que es España. Pero por favor, que estos que tan poco quieren a nuestro país, un país que no es más que las personas que en él viven y mueren, en el que depositan sus esperanzas y sus esfuerzos, no digan que son españoles, que no presuman de ello. Porque, por establecer un símil, no son más que garrapatas que engordan con la sangre de los que sí son ciudadanos de España, y no dan nada cambio.
