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Viernes, 19 de Abril del 2024
Sunday, 07 January 2018

“Palomas y Mariposas” de Navidad. Cena de Nochevieja en casa de los Marcos Izquierdo (rama “bartolista” o “bartolera”)

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De izquierda a derecha: Antonio Javier Marcos, Rosa, de Santomera, Patricia Marcos, su señor esposo Francisco López González, la anfitriona Merche Izquierdo, yo, María Mercedes Marcos, su señor esposo, Antonio Ricardo Sánchez Pérez, y, ya saben, los dos chiquitos que van creciendo sin parar hacia arriba, Ricardo y Alba De izquierda a derecha: Antonio Javier Marcos, Rosa, de Santomera, Patricia Marcos, su señor esposo Francisco López González, la anfitriona Merche Izquierdo, yo, María Mercedes Marcos, su señor esposo, Antonio Ricardo Sánchez Pérez, y, ya saben, los dos chiquitos que van creciendo sin parar hacia arriba, Ricardo y Alba Fernando Galindo

CLR/Bartolomé Marcos.

Dice mi admirado articulista (largo tiempo abandonado) Manuel Vicent en una de sus últimas entregas en El País, que “la historia no tiene nada que ver con anales del calendario” sino que la deciden “las hecatombes, las guerras, los descubrimientos, las hazañas de los héroes”, y añade que “el siglo XX terminó el 9 de Noviembre de 1989 con la caída del muro de Berlín y el siglo XXI se inició el 11 de Septiembre de 2001 con el atentado de las Torres Gemelas”.

Estoy de acuerdo con él y como él pienso también que lo mismo sucede con la vida, incluso en el terreno personal o individual. Mi propia vida acabó un 6 de Mayo de 2016, cuando me sobrevino inesperadamente un gravísimo derrame cerebral y volvió a empezar en una nueva etapa en Julio de 2016, cuando dimos por superado el desagradable accidente, mi gran hecatombe particular. Después, en apenas año y medio, ya conocen muchos de ustedes el calvario sanitario que he venido sufriendo, que no les voy a relatar de nuevo poniendo a prueba su acreditada paciencia como sufridos lectores, sino que, en la prórroga que viene dándome la vida, voy a ir por derecho a contarles algo más agradable, dentro de la serie “mi vida en fascículos” que les vengo ofreciendo cada semana: la extraordinaria cena de nochevieja que congregó a toda la familia (nada mafiosa, gente buena, gente de bien) que aquí aparece retratada por nuestro fotógrafo de cabecera Fernando Galindo, y a la que le he adjuntado pie de foto para que sepan quien es quien. Yo soy complicado, así que empezaré el relato por el final, por el momento de las uvas – a la antigua, con granillo y que casi se me atragantan- y por mi propio brindis (a la Luna) que fue a un tiempo breve, explícito, retador y displicente: mandé a la mierda a los hijos de puta de los años 2016 y 2017, que me trajeron complicaciones de salud como nunca y ningún premio de la lotería como siempre…¡Vayan con Dios –les dije- y que la Magdalena los guíe –si quiere y si se quiere- y si no que los extravíe, por espacios, vericuetos y parajes alejados de mí, de los míos y de mi entorno! Y vuelvan, si posible fuere, y aunque sea con mi proverbial mala salud de hierro, los plácidos tiempos de bonanza en los que me caducaba la tarjeta sanitaria sin usarla.

 

Mi esposa Merche se lo curró bien currado este año y anduvo casi una semanita entera pendiente de la cena, hasta el punto de llegar a la conclusión, sin hacer tampoco demasiadas cuentas, de que nos habría resultado más rentable haberla encargado (¿verdad, usted?) o habernos ido a cenar fuera de casa (¿verdad, usted?), con cotillón incluido de regalo añadido y sin tanto trabajo penoso de por medio. Fuimos diez en la mesa (sin que la cifra tenga nada que ver con los negritos de la famosa intriga policiaca “christiana”), incluidos los dos reyes de la noche, rey Ricardo Corazón de León, antes mi principito valiente, y reina Alba, radiante doncella de amaneceres de esperanza y luz (qué va a decir su abuelo, que lo es y como tal ejerce…) En opinión prácticamente unánime de los comensales, fue la mejor cena de Nochevieja en familia de los últimos diez o doce años, por menú, por gestión ordenada y dinámica del menú, por ambiente y por armónico desenvolvimiento. Aquí sí sabemos hacer política de la buena: hubo paz, amor y armonía al socaire de buen bebercio y mejor comercio, sin enojados, enojosos e interesados separatismos. Fundamental fue situar la aparición estelar de las dos fuentes de exquisitas gambas rojas a la plancha en tercera o cuarta posición de los platos que integraban la cena y preparar concienzudamente la apoteosis final con la aparición del gigantesco, descomunal, impresionante pollastre relleno que cerraba el menú y que habría dado de si para comer, merendar y cenar al día siguiente, que algo de eso pasaría después. En medio, hasta cinco ensaladas diferentes, desde la de mariscos, a la rusa, pasando por la exquisita de ahumados con base de pimiento rojo, verde y amarillo. Cierre frutal y exquisita sorpresa en forma de galletas maría chocolateadas con ralladura de coco, que aportó Rosa, de Santomera, la última en incorporarse a la familia de la mano de mi hijo Antonio, el más alto de la casa, una guapa chica con la que parece que este hijo mío se entiende bien. Inconfundible en la foto porque ella es la única rubia, hasta el momento, de la familia, si se me exceptúa a mí, aunque en mi caso, como es evidente, ya no quedan rasgos externos que lo acrediten. Es lo último que me faltaba: presumir de rubio. No hubo tiempos muertos, fluyó la conversación alegre, viva y cordial hasta la proximidad de las uvas, momento en que le dimos algo de protagonismo al televisor, en la versión cutre y tradicional de la Igartiburu y el vampiro-sereno (digo yo que iría sereno) Ramón García. Lo mismo daba quien hablara porque el protagonismo en todo caso, a esas horas, era del carillón, los cuartos, las campanadas y los dulces. Y es que, visto lo visto, sobran televisores y sobran televisiones. Sobran redes sociales y falta socialización, sociabilidad y, ¿por qué no?, hasta un poco más de socialismo del bueno, que piensa (se supone) en los pobres de la Tierra.

 

Y termino como empecé, con mi admirado Manuel Vicent: Nunca se cumplen años. Se cumplen salud o enfermedad, ilusión o desengaño. Pues eso…

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