Me lamentaba en él del deterioro de este símbolo de Murcia y pedía algo que creo que es lógico: que las autoridades que hasta entonces no habían hecho nada para evitar el desastre se pusiesen en movimiento. Aunque también expresaba mi temor a que todo acabase en un cruce de acusaciones y una elusión de responsabilidades y que el Mar Menor se convirtiera al final en Mar Muerto.

No era yo optimista, no. Pero como de costumbre, la realidad supera a la ficción, y lo que los medios de comunicación nos han hecho saber estos días confirma mis peores pronósticos. El viernes el partido que ostenta el gobierno regional celebraba una reunión de su intermunicipal en Santiago de la Ribera, en la que participaba el presidente de la Comunidad Autónoma, Pedro Antonio Sánchez. El lugar escogido, uno de los más emblemáticos del Mar Menor, tenía un carácter simbólico y parecía hacer presagiar que el presidente anunciaría medidas urgentes para intentar paliar el desastre que está ocurriendo.

Cuál no sería mi sorpresa y la de muchos miles, si no la mayoría, de ciudadanos de la Región cuando Pedro Antonio Sánchez afirmó sin empacho que la situación del Mar Menor ha ido mejorando en estos últimos veinte años gracias a las medidas tomadas por su partido. En el colmo de la desfachatez aseguró que el peor de los vertidos a la laguna lo habían constituido las denuncias de los partidos de la oposición sobre el estado de la misma, y no la contaminación que padece.

Es curioso el poder que tienen las palabras. Según el señor Sánchez, las declaraciones de los partidos de la oposición son capaces de volver verdes las antaño azules aguas del Mar Menor. Según el presidente, incluso años antes de producirse, estas declaraciones ya eran capaces de provocar una plaga de medusas en la laguna. Según Pedro Antonio Sánchez, los bañistas no huyen a las playas del Mediterráneo por las algas que proliferan, el desagradable manto de microalgas muertas que tapiza el fondo o ese color repelente que tiene el agua, sino por las declaraciones y denuncias de los partidos de la oposición.

Dice además el presidente de la Región que las responsabilidades del desastre, en todo caso, serán compartidas entre todos. Pero le juro, señor presidente, que yo no he sido. Ni yo, ni los miles de turistas que íbamos, y ya no vamos, a las playas del Mar Menor. Le juro también que a mí, y a casi todo el mundo, nos impresiona mucho más lo que digan los técnicos y los ecologistas que lo que, en medio de la lucha política, puedan decir uno u otro partido. Y le informo, señor presidente, que desde el primer año que tuve el privilegio de conocer el Mar Menor, y ya hace veinte, técnicos y ecologistas estaban avisando de que iba a ocurrir lo que ha ocurrido.

Ya sé que usted no lleva veinte años al frente de los destinos de la Región. De hecho, lleva apenas un año. Sé de buena tinta, además, que es usted una persona resolutiva, y estoy seguro de que desea realmente que el Mar Menor vuelva a ser lo que era. De hecho, se ha comprometido personalmente a ello.

Pero no me llame usted tonto, señor presidente. El partido al que pertenece lleva veinte años gobernando la Comunidad. Desde que inició su andadura, el gobierno de su predecesor recibía continuas advertencias sobre lo que iba a pasar de continuar el modelo de explotación del territorio que se implantó, y que en realidad consideraba al Mar Menor como una cloaca a la que verter todas las basuras. Y en esos veinte años, no se ha hecho absolutamente nada para evitarlo. Más bien al contrario.

Señor presidente, yo, y todos mis conciudadanos, somos personas normales y corrientes. Algunos tenemos, o tienen, estudios y formación sobre el tema; otros no. Algunos tenemos, o tienen, experiencia directa sobre la cuestión. Otros no. Algunos tenemos, o tienen, interés por informarse sobre la cuestión. Otros no. Pero lo que prácticamente todos tenemos es al menos una pizca de sentido común. Ya sabe, eso de blanco y en botella, leche. Y, de verdad, veinte años son veinte años. Y aunque explicaciones más peregrinas hemos oído en otros casos y en boca de otros políticos, éstas nos afectan directamente a nosotros, a sus conciudadanos. Y las ha dado usted.

¿Me acepta usted un consejo? Asuma la parte de responsabilidad que le corresponda, no a usted personalmente, que ya le digo que no la tiene, sino como gobierno y formación política que lo sostiene. Y sobre todo, actúe. Solucione el problema, que es lo que esperan tanto sus votantes como los que no lo son.