El pasado lunes 6 de mayo el Foro por el Pensamiento y el Diálogo de Cieza reeditaba una mesa redonda que arrancó en las anteriores elecciones municipales y en la que participaron todos los partidos políticos que presentan candidaturas a los comicios municipales del próximo 26 de mayo. Once formaciones políticas se dieron cita en este acto electoral que inició la carrera hacia el Ayuntamiento de Cieza.
Estaban allí todos: desde quienes militan en lo más extremo de la derecha hasta quienes representan a la izquierda más pura y dura. La amplitud del espectro ideológico allí presente era total. Las proyectos, variados aunque también en parte repetitivos. Cada partido presentó sus propuestas, que a veces coincidían con las de los demás y otras veces eran propias y originales. Algunas de ellas, demagógicas. Otras, bastante realistas y factibles.
Hasta aquí, todo normal. Ofertas electorales, en dos palabras y en plural. Lo que sí resultó llamativo, al menos para mí y también para muchos de los asistentes, fue el guante blanco en el que enfundaron sus manos cada uno de los partidos asistentes para que las pretendidas garras de la contienda política y las descalificaciones, tan habituales en estos casos, se convirtieran en educadas y respetuosas propuestas políticas.
Porque ahí estuvo la diferencia. No es que alguno de los partidos dejase de criticar a los demás. Ni mucho menos. Y eso que el formato del acto, una mesa redonda, no daba demasiada oportunidad al choque dialéctico. Sin embargo cada formación, tanto de la coalición de gobierno actual como de la oposición, encontró el momento de lanzar sus puyas y sus reproches al adversario político. Pero curiosamente siempre, sin excepción, se hizo con educación y sin palabras gruesas. Incluso muchos de los partidos llegaron a reconocer los aciertos de sus rivales, tanto en sus propuestas como en sus actuaciones.
Sí, sabemos que esto debería ser lo normal. Estamos seguros de que la política sería otra cosa si la educación y el respeto imperasen por encima del enconamiento y la descalificación gratuita. Pero el caso es que no es así. Y si no, recordad la pasada campaña electoral de las elecciones generales, más propia de una taberna barriobajera que de un proceso del que deben surgir quienes dirijan los destinos del país en los próximos cuatro años. Sin embargo aquí, en Cieza, en esa mesa redonda, ocurrió que la realidad se hizo ideal, que lo que debería ser lo fue. Y los partidos hicieron lo que parece lógico: proponer, criticar, hacer política, en suma, de la buena. De la de verdad.
Hubo aplausos entre el público cada vez que hablaba alguno de los candidatos. Naturalmente cada candidato era jaleado por los suyos, pero incluso se dio un fenómeno curioso: en muchas ocasiones el público en general, sin distinción de siglas ni partidos, aplaudía la intervención de candidatos concretos cuando sus propuestas eran interesantes o realistas. Prácticamente no se escuchó ningún murmullo entre los asistentes ante las críticas (educadas y templadas, como ya he dicho) que los candidatos se hacían los unos a los otros. Al final el público premió a participantes y organizadores con una ovación unánime, demostrando así su agrado por lo que habían visto y oído.
Resumiendo: los políticos ciezanos, los que deben gestionar nuestros servicios más próximos, los que deben gobernar la ciudad, han demostrado que la política ciezana no es una jaula de grillos sin orden ni concierto, sin respeto a las formas y a la educación. Es muy de agradecer, en vista de lo que hemos visto y oído a nivel nacional. Y es también esperanzador, porque el primer paso para la colaboración fructífera de todos los partidos políticos en beneficio de los habitantes de Cieza es el respeto y la educación. Y también en ellos se puede encontrar la clave para que muchos ciudadanos, y no sólo de Cieza, recuperen su fe en la política, perdida tanto por la falta de respuesta de los políticos a los problemas reales de la gente como por el enfrentamiento feroz, estéril y sin límite alguno entre los partidos políticos.
