A tal efecto se celebró el tradicional acto en el que se premiaba a figuras destacadas de varios ámbitos de la Comunidad y en el que no podían faltar las valoraciones sobre el camino recorrido y el que está por recorrer. Y como de costumbre, el árbol del triunfalismo no dejó ver el bosque de la realidad. Porque el triunfalismo sin realidad no es otra cosa que una gran mentira que estalla entre las manos de los mandamases a las primeras de cambio.
Vayamos por partes. Nada mejor que hacer comparaciones con otras regiones, salvando las distancias debidas a las peculiaridades de cada cual, para enterarnos de nuestra realidad. Si nos detenemos en la renta per cápita, un indicador aceptable para valorar la riqueza de una comunidad humana, Murcia se encuentra en la posición decimotercera de las diecisiete comunidades españolas, aunque mucho más cerca de las de abajo que de las de arriba. Aunque este indicador no sea muy de fiar, ya que supone que el dinero o riqueza que produce esa comunidad se reparte equitativamente, y no es ese el caso de Murcia: más bien el contrario.
¿Y los salarios? Pues cuatro cuartos de lo mismo. Nos encontramos también en el puesto 13 de 17 (esto parece Eurovisión), pero de nuevo mucho más cerca de los puestos bajos que de los altos. Otro tanto ocurre, por ejemplo, con el número de jóvenes que ni estudian ni trabajan, clasificación en la que ocupamos nuevamente el decimotercer puesto.
Y así llegamos a la educación, uno de esos servicios públicos (aunque en Murcia lo sea cada vez menos debido a las privatizaciones) en los que es más visible el esfuerzo de la administración de una comunidad por mejorar su futuro y el de sus ciudadanos. Aquí incluso empeoramos, ya que nuestra Región ocupa el puesto 14 (de 17) en inversión por alumno. No solo falla la inversión: también es Murcia la penúltima en años de escolarización por habitante y ocupa el mismo lugar en cuanto a tasa de analfabetismo. Y ello tiene como consecuencia que la productividad en Murcia sea muy inferior a la de la mayor parte de las regiones españolas, lastrada precisamente por el déficit educativo.
En servicios sociales, nuevamente nos encontramos a la cola del país, en el puesto 14 en cuanto a gasto por habitante. Y eso que nuestros índices de riesgo de pobreza ocupan también el puesto 14 en el ranking nacional. Y en sanidad las cosas empeoran, encontrándonos en el puesto 15, empatados con Madrid. Aunque, todo hay que decirlo, nuestras listas de espera para intervenciones quirúrgicas son sensiblemente más cortas que las de otras muchas regiones, situándonos aquí en el puesto 9.
No son buenos en general los datos, ni muchísimo menos. Pero como es habitual cuando los responsables políticos hablan ante el público sus cuentas o no existan o están “ligeramente” sesgadas con respecto a la realidad. Y la realidad es que en Murcia nos queda mucho por mejorar. No es que todo sea negativo, pero desde luego no se puede presumir, salvo en sectores muy concretos, de lo bien que vamos y estamos. Y parte de lo que nos falla no se debe a otra cosa que a la falta de planificación y de voluntad política. Porque no vale pretextar que somos una región pequeña o que estamos mal financiados, cosas ciertas ambas. Si los porcentajes de gasto público que se dedican a estos menesteres son más bajos que los de otras regiones similares o incluso más grandes, la explicación no es otra que la prioridad que se les da en los presupuestos.
En fin, que más valdría ponerse a trabajar y elaborar un plan para hacer que Murcia abandone el vagón de cola en todas estas clasificaciones que no son sino el reflejo del bienestar de una comunidad y de las posibilidades de futuro de la misma. Porque el triunfalismo sin base no es otra cosa que provincialismo y legitimación del atraso, contra los cuales no se hace nada al beneficiar este estado de cosas a quien saca provecho de esta situación.
Y el pueblo de Murcia no se merece eso.
