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Viernes, 19 de Abril del 2024
Saturday, 17 October 2020

Las orejas del lobo asoman tras la Atalaya

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Tino Mulas Tino Mulas

CLR/Tino Mulas.

Voy a intentar no ser alarmista, pero sí realista. Y en Cieza la realidad se está poniendo del color de la boca del lobo.

Hace unas semanas nuestra localidad parecía un oasis dentro del desesperanzador panorama de la segunda ola de la pandemia en nuestra Región. Tras un aumento paulatino durante los meses de agosto y septiembre, el número de nuevos casos diarios pareció primero estabilizarse y después descender. Lo mismo ocurrió con los casos activos, que tras alcanzar los cien fueron decayendo sin prisas pero sin pausa.

 

En el momento de escribir esta columna Cieza acaba de batir nuevamente el récord de nuevos casos en un día (15) y de casos activos (113). En las últimas jornadas el balance es preocupante, hasta el punto de que la incidencia de la Covid-19 ha alcanzado en la ciudad la cifra de 205,8 casos por cada 100.000 habitantes (algunas informaciones proponen unas cifras bastante superiores), sobrepasando así la media regional; resumiendo, Cieza ha dejado de ser un oasis para convertirse en zona de riesgo. De hecho nuestros dos centros de atención primaria están ya en alerta naranja ante la tendencia al alza de la pandemia y el número de casos activos.

 

La verdad es que, personalmente al menos, me lo temía. No voy a hacer demasiado hincapié en ello, ya he escrito unos cuantos artículos sobre el tema en esta misma página. Pero cualquiera con dos dedos de frente podía (y puede) darse cuenta del escaso o nulo espíritu cívico de muchos de nuestros conciudadanos, para quienes las normas contra la expansión de la enfermedad son cosa de otros, importándoles a ellos, literalmente, un pepino su cumplimiento. Pues aquí están los resultados.

 

Y lo malo es lo que aún está por venir. En primer lugar, el frío. No es un dato absolutamente probado, pero si parece evidente que las bajas temperaturas ayudan a una mayor extensión de la enfermedad, máxime si no se producen lluvias o no hay humedad en el ambiente. En segundo lugar, las cifras. Los actuales máximos no lo serán, lamentablemente, por mucho tiempo. Más bien constituyen hitos en una curva ascendente que no ha hecho más que empezar. Las fluctuaciones arriba y abajo en las tasas de contagio y en el número de contagiados pueden resultar llamativas, pero siempre hay una tendencia marcada en su sucesión, y en esta ocasión la curva va hacia arriba. De hecho se empiezan a escuchar advertencias de medios que conocen la realidad de la situación sobre la posibilidad de un nuevo confinamiento en Cieza de seguir así las cosas. O al menos de la implantación de medidas duras para intentar detener la expansión de la Covid-19. Como ejemplo tenemos a Cataluña, donde una incidencia de 279 casos por cada 100.000 habitantes ha provocado el cierre de bares, restaurantes y universidades y la restricción de las actividades sociales.

 

¿Qué puede suponer para Cieza un nuevo confinamiento o medidas drásticas para intentar detener la expansión de la pandemia? Sin duda un desastre. A nivel sanitario volveríamos a sufrir el colapso de nuestros servicios sanitarios, tanto del hospital como de los centros de atención primaria de la ciudad. Por si fuera poco quienes constituirían la primera línea del combate contra la Covid-19, los profesionales sanitarios, no han tenido ni tiempo ni ocasión de recuperarse del tremendo esfuerzo que realizaron durante la primera oleada del coronavirus. No creo necesario dar muchos detalles sobre lo que supondría para ellos esta segunda ola.

 

El segundo desastre tendría carácter económico. Durante la primera ola Cieza se libró de lo peor de los efectos económicos negativos gracias a la agricultura. Prácticamente coincidió con las diversas temporadas de cosecha de los productos de nuestro campo, cuya recolección se consideró actividad esencial y salvó del paro y del hambre a multitud de ciezanos. Pero no todo fue de color de rosa: muchos, demasiados establecimientos comerciales y hosteleros de la ciudad tuvieron que cerrar sus puertas. No hay más que pasear por nuestras calles para poder observar la triste realidad de negocios clausurados, algunos de ellos de toda la vida. Y ello a pesar de que en Cieza el paro apenas se incrementó. Pero si ahora, en otoño, volvemos al confinamiento y a las restricciones duras la actividad agrícola no serviría de colchón para el empleo, por lo que la situación empeoraría gravemente, como lo ha hecho en lugares con menor actividad agrícola y mayor importancia de la industria y los servicios en su tejido productivo.

 

Hay que hacer algo. Y hay que hacerlo ya, porque la alternativa es que el lobo, cuyas orejas se insinúan ya tras la Atalaya, acabe comiéndose a Cieza. Y no se trata sólo de medidas por parte de la autoridad, sea política, sanitaria o policial. En gran medida en nuestras propias manos está el ralentizar primero y detener después al virus que tantos apuros nos hace pasar. Paremos al lobo y tendremos un futuro. No lo hagamos y comprobaremos hasta qué punto pueden empeorar las cosas.

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