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Viernes, 19 de Abril del 2024
Saturday, 17 November 2018

La solución a todo: coches a pedales

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Tino Mulas Tino Mulas

CLR/Tino Mulas.

Sin duda sería la mejor de las soluciones a los problemas de contaminación y agotamiento de los combustibles fósiles. Pero seamos realistas: el coche lo queremos para no tener que hacer ejercicio, no para todo lo contrario.

El gobierno acaba de hacer pública su intención de prohibir, a partir de 2040, la venta y matriculación de vehículos que utilicen gasolina, gasoil o sean híbridos. En 2050 ni siquiera podrán circular por las calles y carreteras de España. No es de extrañar, ya que la Unión Europea está impulsando el cambio hacia automóviles menos contaminantes. El anuncio, naturalmente, está causando una avalancha de reacciones de todos los colores y pelajes, desde quienes lo critican por diseñar una transición excesivamente lenta hasta los que se quejan de todo lo contrario. ¿Quién tiene razón?

 

Pues en mi opinión, todos y ninguno. La industria automovilística se queja del enorme esfuerzo que supondrá el cambio de combustible, aduciendo la superespecialización de nuestra industria en los motores diésel. Los concesionarios se quejan de la inseguridad jurídica y del retraimiento de la demanda en el compás de espera. Los consumidores dicen que los coches eléctricos son demasiado caros y que no hay suficientes puntos de recarga. El sector de las estaciones de servicio se echa las manos a la cabeza ante el monto de la inversión a realizar para convertirse en electrolineras. Los conductores no quieren ni oír hablar de las cuatro horas que dura un ciclo de recarga de baterías completo. Los ecologistas critican la excesiva lentitud del proceso de transición. La oposición, como siempre, se opone, y el gobierno da tan pocas explicaciones que nadie sabe muy bien qué va a pasar.

 

Esa es la cuestión. ¿Qué va a pasar? Porque si hay algo seguro es precisamente eso: que pasará algo. Más bien muchas cosas. Lo primero que hay que tener claro es que el proceso es imparable. Se trata de un movimiento a nivel mundial al que algunos países se sumarán con retraso (y lo pagarán caro) y otros lo harán antes. En Europa la UE ya ha iniciado el proceso de, por así decirlo, electrificación del transporte por carretera. Como en todos los procesos de cambio quienes primero arranquen y lo hagan de forma más decidida tendrán luego ventaja sobre los demás. Ha ocurrido siempre cuando nuevas tecnologías han sustituido a las anteriores, y en esta ocasión ya no sólo nos jugamos nuestra economía, sino nuestra salud y el futuro del planeta.

 

Por lo tanto hay que empezar a andar. Incluso a correr. Ahora mismo en España estamos poco menos que en pañales en la eliminación de automóviles movidos por combustibles fósiles. Menos de un 0,5% del parque automovilístico español es completamente eléctrico y apenas hay 800 puntos de recarga en toda la geografía española. Sólo se producen cinco modelos de coches eléctricos en el país. Hay que cambiar estos datos. Y como en demasiadas ocasiones la iniciativa privada no es capaz de iniciar procesos a largo plazo o no lo hace sin ayuda, en esta carrera el estado debe intervenir de forma decidida apoyando y guiando la transformación y la creación de nuevas empresas, la formación de los trabajadores, el desarrollo tecnológico necesario y, en resumen, actuando de motor impulsor de todo el proceso. Porque nos jugamos el futuro de nuestro mayor sector industrial, del más importante sector exportador y de más de millón y medio de obreros que trabajan en la fabricación de vehículos a motor y sus empresas auxiliares. Y nos jugamos estar en primera línea de un sector industrial renovado, con lo que ello significa.

 

Y creo que por primera vez en nuestra historia tenemos la capacidad tecnológica y financiera suficiente para lanzarnos a ocupar el liderato. Lo que puede que no tengamos es una idea clara de cómo hacerlo, y es posible también que nuestra tradicional irresponsabilidad y nuestro desprecio (más bien el de algunos políticos y conglomerados empresariales) por las verdaderas necesidades del país y por el futuro del mismo nos lleven a la cola del pelotón, con el perjuicio que ello significaría en todos los ámbitos. Sin olvidar que existen otras alternativas a los coches eléctricos, como los movidos por motores de hidrógeno, eficientes y ecológicos como los que más.

 

En resumen: el futuro está ahí. Podemos moldearlo nosotros o dejar que nos alcance y sobrepase. La decisión es nuestra; después no podremos poner excusas, pero sí, si lo hacemos bien, estar orgullosos de lo conseguido. Así que menos criticar y más ponerse a trabajar y a hablar.

 

Las generaciones futuras nos lo agradecerán. Y si no, pues coches a pedales. Made in Spain.

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