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Sabado, 20 de Abril del 2024
Saturday, 08 July 2017

El Viaje (final) a Ninguna Parte. Vacaciones en el "pestor" de La Manga

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CLR/Bartolomé Marcos.

Estoy de vacaciones con toda la familia, como la buena parte (privilegiada)) del planeta por estas fechas. Este año hemos cambiado de horizonte, aunque tampoco demasiado, ni demasiado lejanos.

Hemos dejado el Puerto de Mazarrón después de cuatro años de feliz veraneo por aquellas tierras y hemos vuelto a lo que era tradición de la familia desde siempre: el pestor (que sigue tan cloacal y pestilente como siempre) de la Manga del Mar Menor, que afortunadamente aún no se la ha tragado el cambio climático. que todo se andará. Acá que sigue, a partes iguales como un regalo de la Naturaleza y una soberbia estupidez del ser humano. Imaginen con qué se corresponde cada cosa.

 

Estamos en un chalé de ricos en el km. 5 de la Gran Vía de la Manga (bueno es saber y probar al menos durante 15 días cómo viven los que tienen cuartos durante todo el año), a la altura de la urbanización Castillos del Mar. Por las mañanas. muy temprano, hacia las siete y media, mi esposa y yo salimos hasta una cafetería cercana, para tomar relajadamente un café con leche y unas tostadas y comprobar con algo de enfado, que el viento de Levante vuelve a arruinar nuestras expectativas meteorológicas una jornada más. De cinco días, llevamos cuatro en los que nadie diría que estamos en verano y se va instalando en nosotros una sensación creciente de estafa sin reclamación posible, salvo las reclamaciones al maestro armero como suele decirse. Nos asomamos al mar mayor y se confirman nuestros temores: la mar está picada y revuelta, y el viento, casi gélido para nuestro poco abrigo, sopla con fuerza. ¡Vaya mañanita!

 

Desenvuelvo mi limitada actividad (ya saben ustedes que los últimos meses -desde que me fracturé el brazo derecho para nulo beneficio del izquierdo- camino con un muerto, un ominoso y doloroso fardo, un incomible pernil, en el lado derecho de mi cuerpo, que me hace la vida más ingrata y que, como no podía ser de otra manera, se ha venido también de vacaciones con nosotros. Desenvuelvo-decía-mi muy limitada actividad, entre un paseo matinal de unos 6 kms. Gran Vía de la Manga arriba-abajo, acompañado de mis dos hijas y de mi nieto Ricardo, mi principito valiente, que me escolta escrupulosamente atento para que ningún paseante que se cruza con nosotros, pueda llegar a tropezar con mi todavía maltrecho brazo;, largas y caviladoras siestas a cualquier hora del día o de la noche y comidas, meriendas y cenas bien regadas con cerveza, fresca y rubia bebida de dioses que, por suerte (dicen -aunque yo lo dudo mucho- que Dios aprieta pero no ahoga), mi organismo vuelve a soportar y a recibir con alborozo, tras unos meses de intolerancia a las bebidas con gas, quizá como consecuencia de la medicación a la que he debido someterme.

 

Echo de menos mis circuitos de Paseo Ribereño y primer camino de la Atalaya, rutas a las que las circunstancias me habían constreñido en los últimos meses, pero he de reconocer que el tiempo de vacación, superpuesto a ese otro tiempo de vacación permanente, pero comprometida con tantas cosas, de la jubilación, me está proporcionando bienestar, tranquilidad y sosiego, algo que me hacía mucha falta para- entre otras cosas- no volver a caerme, que eso es malo...muy malo, ya lo sé. No leo ningún periódico, no veo la televisión y ya ni frecuento mi disco duro para ver series o películas.

 

Por supuesto que vivo completamente ajeno también al circo de la política nacional, aunque supongo que los principales, nuevos y no tan nuevos, pero siempre patéticos actores del hemicirco seguirán haciendo de las suyas. Tampoco sigo las malandanzas de la infausta política regional y ni sé cómo se llama el actual presidente del gobierno regional ni me importa. Por supuesto que desconozco la trayectoria del tripartito local que rige los destinos de Cieza, mi pueblo. Ni sé tampoco qué pasa en el Ayuntamiento y me trae al pairo lo que pase.

 

Mi vida ha empezado a discurrir por otros derroteros, que me han llevado hace dos días a sentarme feliz en la terraza de un cine de verano en Cabo de Palos, entre mis hijos y mis nietos, para tragarme un programa doble integrado por la deliciosa "Mi villano favorito 3" , con los maravillosos, divertidos y simpáticos "minions" (eufff...jajaja) y la fantasiosa "La Gran Muralla", con Matt Damon en un gran tebeo. El frío de la noche hizo que abandonáramos la sala sin acabar de ver la segunda de las películas, pero eso fue lo de menos: el reencuentro con la gran pantalla al aire libre, la comunión invisible con las casi quinientas personas que prácticamente llenaban la sala, el bocadillo de lomo embuchao que me metí entre pecho y espalda, o la bolsa de palomitas que también cayó, desparramaron sensaciones en mi interior hacía tiempo olvidadas. Es tiempo de vacación y hay que aprovecharlo, que merodean y acechan los perros del egoísmo, la insolidaridad y la ruina y, de momento, que apenas es suspiro entre dos desconsolados lamentos, tenemos el hoyo vacío, la ensenada hueca y feliz del verano. Dejémonos llevar y disfrutémoslo.

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