Mi carácter retraído y tímido –que no he acabado nunca de superar del todo, ni con el paso (cada vez más raudo y vertiginoso, ¡ay!) de los años- ayudaba poco, y casi siempre me he sentido temeroso e inseguro, vergonzante, de que los otros accedieran a mi mundo interior, que era mío, sólo mío y sólo para mí.

Paradójicamente (aunque la contradicción y la paradoja forman parte consustancial de la vida…y de cada vida, ¿verdad?), semana tras semana desnudo sin pudor mis interioridades más íntimas en estos escritos que ustedes me aguantan pacientemente. Alguien redujo mis artículos a un más o menos conmiserativo “tu vida (o sea, la mía) en fascículos”. Y así, lo que era sólo para los míos, lo he exhibido públicamente ante los ojos de todos: que si la boda de mi hija, que si mi accidente cerebrovascular de hace tres años, que si mi caída con desgraciada fractura de húmero que aún colea después de dos años, que si mi complicada operación de vesícula biliar, que si mis aniversarios de boda o mi santa madre que está en el cielo junto a mis santos amigos dale que te pego todo el tiempo ora pro nobis... He hurgado para todos ustedes en el revoltijo de mis entrañas y les he acercado semanalmente el resultado de esa indagación, que -de tan impúdica- bien podría calificarse hasta de pornográfica. He tenido y tengo amigos, desde luego; sin embargo, si bien ni por asomo se han aproximado al millón del que, como desiderátum, hablaba la canción del brasileño Roberto Carlos (parece que todos los brasileños se llamen Roberto Carlos como todos los ciezanos se llaman Pascual, como mi querido alcalde de Cieza que aspira a revalidar y seguir este domingo, o se llaman Pascuala, como mi también muy querida Pascuala Sánchez Bermejo, ex alumna, ex colega y actualmente responsable del Aula de Cultura de la Fundación CajaMurcia de la calle Padre Salmerón, coordinadora a su pesar del grupo de Literatura de “La Sierpe y el Laúd) que decía aquello (el brasileño Roberto Carlos, que, ¡caramba!, me lo he dejado muy atrás) de “quiero tener un millón de amigos”…aunque empezaba su canción diciendo “yo sólo quiero mirar los campos” (¡toma!, como yo…en realidad no hago otra cosa)

Pues, como les iba diciendo, seguiré hablando de mí, en la medida en que el hombre (decía el filósofo, que no dijo nada de la mujer) es “la medida de todas las cosas, de las que son en cuanto que son y de las que no son en cuanto que no son”, y les contaré lo último, que es que el pasado 15 de Mayo (yo sí nací un 15 de Mayo, y es verdad literal y documentada) fue mi sesenta y ocho cumpleaños (en realidad cumplo sólo tres porque renací cuando me sobrevino la gran putada de un accidente cerebrovascular hemorrágico en Mayo de 2016). Con tal motivo, un antiguo alumno, de allá por finales de los setenta o principios de los ochenta del siglo pasado, me hizo llegar por guasaps la mejor felicitación que nunca me han hecho. Decía así:

“A pesar de que a ciertas personas no les hace gracia alguna que les recuerden los años, no es menos cierto que otras no han tenido ocasión de contar muchos cumpleaños en su corta vida(algunos de los cuales puedo dar fe por mi condición de currante en un oficio que nos lo recuerda de tanto en tanto, y que yo arrastro ya más de tres largas décadas); por consiguiente, y porque sé que no es tu caso, pues afrontas cada día la vida con una vitalidad y un dinamismo propio de un adolescente, dejando aparcado a un lado del camino el librepensamiento y el agnosticismo que me caracteriza, invoco a Odín, Thor y Freia, y hasta los mismísimos dioses del Olimpo, del santoral apostólico y del panteón romano si hiciera falta, para que este día, el de tu cumpleaños, te lo ofrezcan luminoso y pletórico. Y no me refiero tan sólo en lo meteorológico, sino también, y más importante, en lo que a tu satisfacción personal se refiere. Felicidades, querido Bartolomé. Un abrazo. Pues otro abrazo por mi parte y muchas gracias.

Por amistad también, en este caso con un singular personaje ciezano, y ciezanista, José Luis Vergara Jiménez, debuto este domingo, 26 de Mayo, en una lista electoral para las elecciones de mi pueblo, en un partido pequeñito y modesto, lejos de consignas y algarabías metropolitanas, cercano a estos predios que hollamos habitualmente, que nos vieron nacer y que probablemente acabarán acogiéndonos en su seno, para el que la Madre Tierra se llama, aquí y ahora, Cieza. Vergara fue también –fugazmente, pero lo fue- alumno mío. Que la fuerza y el favor de los ciezanos y ciezanas te acompañen en esa aventura tuya a la que he prestado mi apoyo epigonal y casi agónico, como un hondo y cálido suspiro de aliento a tu romántica empresa de menosprecio de corte y alabanza de aldea. Mis alumnos y alumnas habéis sido siempre mi tesoro. Yo sé que no valgo una mierda, pero vosotros me habéis hecho mejor…quizá más mejor de lo que merezco. Como vosotros queréis hacer a Cieza…MÁS y MEJOR, conmigo dentro. Muchas gracias.