Claro que los ridículos emoticonos del demonio, los vídeos y las fotografías y los “jejeje”, “jajaja” o el más ridículo aún “jijiji” me ponen de los nervios (¿a ustedes no?) y para subirme por las paredes si subirme pudiera. Pues bien, siendo verdad lo que antecede (al menos –verdad o no- es lo que pienso) he de matizar que sigo creyendo también que no se hizo la miel para la boca del asno, que el pueblo (considerado así, en general...en particular quizá más aún) es bastante necio (ya lo dijo Lope de Vega), que escribir es negocio de particular juicio (Fray Luis de León dixit) y que no por mucho “guasear”, es decir, escribir guasaps a todas horas, se acaba siendo un Cervantes, ni siquiera un Pérez Reverte y ni tan siquiera un Antonio F. Marín o un Bartolomé Marcos tan siquiera (con perdón por el presuntuoso despropósito de incluirme en literaria lista de postín).

Claro que tampoco es cosa de ponerse estupendo y exigir al invento y a quienes lo utilizan asiduamente más de lo que es razonable, pero ya que el nuevo recurso tecnológico implica la escritura, bueno sería pedir a los usuarios un mínimo de esfuerzo en la elaboración de los mensajes, de manera que no todos caigan en el uso meramente trivial del lenguaje (el “Buenos días, señora marquesa” que denostaba Flaubert), cuando no la incorrección flagrante, pedestre y clamorosa (al margen de las bromas que nos pueda gastar el corrector). A fin de cuentas los guasaps son conversaciones, las más de las veces conversaciones en grupo, con todos los beneficios que pueden derivarse del hecho de hablar (el ser humano sólo es un animal que habla y nadie ha mejorado todavía esa definición), aunque, en muchísimas ocasiones, sólo sirvan para dejar constancia del ínfimo nivel y escasa hondura conversacional de la especie humana. O sea que para lo que se dice mejor casi siempre callarnos.

Pues bien, sea como fuere, les confieso que me he aficionado al guasap. Es barato (ya se lo dije), inmediato y eficaz. Muy útil y, en cierto modo, es una circunstancial máquina de escribir que permite grabar y publicar lo escrito y difundirlo de inmediato urbi et orbe. Vean si no, como ejemplo de lo que les digo, fragmentos de la conversación mantenida por mí con mi amigo del alma Pedro Luis Almela el martes, 28 de Abril. Yo en Fuente Álamo (sería muy largo explicarles aquí y ahora qué hacia allí, pero seguro que algún día acabaré explicándoselo), y él en Cieza, de incansable caminante. La B delante me identifica a mí, PL a Pedro Luis. B.- Andeandarás hoy...qué trilla de caminos te habrás preparado a ti mismo?. Por qué albur de senderos ignotos habrás asendereado tus pasos? Eres cotidiana incógnita de ti mismo, alambicado y sofisticado calambur nunca previsto, fresca hoja de perejil aperejilada. En fin, genuino, carpetovetónico, único e irrepetible Pedro Luis y Almela y Valchs (que ya van siendo demasiados y polisíndeton excesivo), que disfrutes.

PL.- Inspirado te leo, amigo, aunque supongo que sigues castigando a tu olfato con aquel pestor cartagenero. En fin, desde los límpidos aires del Cagitán, ¡oh insigne taxista, ave!

B.- Suposición acertada, mi muy asendereado amigo. Desde mi pituitaria ahíta, ave, aunque sea tarde, o, mejor, nunca. Yo me quedo con mi Chicharra...¿Has recibido mi artículo de esta semana?.

PL.- Esta mañana no estaba. Veré esta noche si me ha entrado...anglicismo modelno.

B.- Te lo he mandado a primera hora de esta tarde. Es que me interesa comprobarlo porque estoy teniendo problemas con el correo electrónico.

PL.- Va. Te lo digo ahorita mismo...mexicanazo. Entró, entró...

B.- Canasta de 3 puntos.

PL.- Los años me llenan de una ambigüedad muy conveniente. Hay tanto idiota suelto al que escandalizar...

B.- Numerum stultorum infinitum est.

Y de esta guisa seguía la conversación durante un buen número de líneas. Una conversación que a ustedes seguramente no les dice nada, pero que en todo caso implica, desde luego, un uso no trivial de la herramienta, un deliberado y tenaz alejamiento del lugar común y el tópico expresivo, huyendo, insisto, de los diálogos tipo “Buenos días, señora marquesa”, entrando más en el cervantino diálogo del “Quijote”, y guiados por una mínima e intencionada voluntad de forma que proporcione originalidad y perfil propio al lenguaje utilizado. Y todo, gracias al guasap, gracias a la tecnología. De todas formas, usted no se acompleje. Si es usted también usuario del guasap y lo usa de otra manera, no se preocupe. Es evidente que los raros somos Pedro Luis Almela y yo.