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Sabado, 20 de Abril del 2024
Friday, 22 April 2016

El Viaje (final) a Ninguna Parte. Escribir en España (perdón)

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Bartolomé Marcos Bartolomé Marcos

CLR/Bartolomé Marcos.

Declaraba recientemente el escritor y poeta leonés Antonio Colinas que «En España, un escritor tiene que estar enfermo o muerto para que se le trate con dignidad». Pues bien, por desgracia, en España (perdón) ni después de muerto se trata bien a un escritor.

El ejemplo más evidente de esto que digo lo tenemos en la efemérides que hoy mismo, 23 de Abril de 2016, celebramos (es un decir): el cuarto centenario de la muerte de Miguel de Cervantes Saavedra, probablemente el mayor genio literario que ha dado el mundo, que España (perdón) ha dado al mundo, por cierto, y escritor patrimonio de toda la humanidad.

 

Una celebración, la del cuarto centenario de la muerte del autor del “Quijote”, que está transcurriendo con más pena que gloria, en un contexto en el que se llevan el gato al agua de la notoriedad informativa los tejemanejes infames de la política, los más infames aún de la corrupción campante y rampante o las vergonzantes crónicas de la entrepierna en grandes hermanos (sic) y otras revistas audiovisuales del corazón (más “sic”). Vergonzoso en una España (perdón) en la que casi todo empieza a serlo…

 

Cervantes fue un prodigioso y prolífico escritor (para su desgracia español), meritorio poeta de querencia, dramaturgo de conveniencia, moderno y genial novelista sin saberlo del todo ni él mismo (pero esa es la gracia y la suerte que lo apartaron del endiosamiento) y autor de la “Historia del ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha”, monumental obra publicada en dos partes (Cervantes fue un genio del marketing por imperativo de la necesidad), con superioridad evidente de la segunda sobre la primera, en la que su autor pretendía poner en evidencia los estragos que la lectura de las novelas de caballerías, con sus disparatadas exageraciones, producía en el “celebro” de los lectores de la época. Ni que decir tiene que Cervantes acabó con la perniciosa costumbre, pero hay que decir también que, además, pretendiéndolo o no, sabiéndolo o sin saber, le salió una metáfora crítica, dolorida y guasona, de la imparable decadencia del imperio español (con su servilismo eclesial y su olvido del estómago de los españoles, ¡pobre Sancho!, pobre Sanctus) y un tratado universal y vivo de psicología, de inagotables interpretaciones. En cuanto a repercusiones en la novelística mundial, Cervantes ha sido, desde mi punto de vista, un genio muy superior a su contemporáneo, en vida y muerte, William Shakespeare, del que tan orgullosos se sienten sus paisanos y al que tanto agasajan con razón y entrega que para lo nuestro quisiéramos de los nuestros.

 

Cervantes vivió siempre acuciado por la necesidad y en condiciones poco menos que miserables y penosas. Fue funcionario corrupto y padeció cárcel por ello (es decir, pagó por ello) soldado en Lepanto, donde perdió (en la más alta ocasión que vieron los siglos) la mano izquierda…para mayor gloria de la diestra. Buscó en la literatura una manera de ganarse la vida con lo que mejor sabía hacer: escribir, y cultivando todos los géneros, todas las variantes y modalidades de la escritura. Jamás logró salir de penurias y miserias económicas. Pobre nació, pobre vivió, azarosa y maltratada vida tuvo y miserable fosa común guarda sus restos (y eso porque se le ha buscado y localizado últimamente) en el convento de San Ildefonso de las Trinitarias Descalzas de Madrid, donde él había manifestado su deseo de ser enterrado. Unos cuantos huesos suyos revueltos con otros muchos huesos ajenos.

 

Como otros dos grandes novelistas españoles posteriores, Benito Pérez Galdós y Pío Baroja, Cervantes ha sido frecuente e injustamente conceptuado como escritor de descuidado estilo. Nada más lejos de la realidad, si bien es cierto que el volumen de tramas y asuntos era tal y las urgencias vitales tan perentorias que en Cervantes primaban por encima de todo los compromisos narrativos frente a las florituras estilísticas, que él dejaba para los denostados libros de caballerías, optando por la expresión sencilla (pero no vulgar), la sabiduría popular y refranesca y, sobre todo, la crítica intencionada e irónica y el sentido del humor, confiando “en la lisura del lenguaje castellano, no adulterado con enfadosa y estudiada afectación, vicio con razón aborrecido de hombres cuerdos”.

 

Un sentido del humor bien presente en las palabras preliminares de la segunda parte del “Quijote”, cuando Cervantes, con irónica guasa cercana a la inmodestia, se refiere a la reacción de los lectores ante la aparición del “Quijote” de Avellaneda y la notable expectación en toda Europa ante las obras de Miguel de Cervantes. Refiere Cervantes en concreto la anécdota de una delegación francesa en la que algunos caballeros mostraron su interés por conocer al autor del “Quijote”, obteniendo la respuesta de que era “viejo, soldado, hidalgo y pobre, a lo que uno respondió con estas formales palabras: «¿Pues a tal hombre no le tiene España muy rico y sustentado del erario público?». Acudió otro de aquellos caballeros con este pensamiento, y con mucha agudeza, y dijo: «Si necesidad le ha de obligar a escribir, plega a Dios que nunca tenga abundancia, para que con sus obras, siendo él pobre, haga rico a todo el mundo».

 

Ejemplo manifiesto de la mejor ironía, aunque no tanto si se tiene en cuenta que fueron casi siempre las necesidades materiales e incluso la propia hambre física las que inspiraron la vida y los milagros –sus obras- de Miguel de Cervantes.

 

De la situación política nacional, decirles tan sólo que todo parece encaminarse, como estaba previsto, a la repetición de las elecciones el próximo 26 de Junio, ante lo que Don Quijote le diría a Sancho sabio, Sancho fuerte, Sancho inmortal aquello de “para ese viaje no necesitábamos alforjas, amigo Sancho”.

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