Pero es algo que a estas alturas de la película tragicómica de nuestra vida- tampoco nos sorprende ni mucho ni poco. Ya sabíamos, lo seguimos sabiendo, y volveremos sobre ello, que la vida se resuelve en estupefacciones. Así que vivir para sorprenderse (casi siempre desagradablemente), vivir para amanecer cada día con cara de pasmo, hasta que se nos quede, acartonado y rígido, el pasmo en la cara per in saecula saeculorum, que debe ser algo así como que la vida nos acabe de dar por culo definitivamente. Pretendían construir su Cataluña independiente desde el mismo ejecutivo autonómico, pagado por un presupuesto público que, a fin de cuentas, hoy por hoy, salía y sale del bolsillo de todos los españoles. Querían- y muchos de ellos lo siguen queriendo todavía (algo que produce más estupefacción y asombro si cabe)- rebelarse contra el marco jurídico que les asigna un lugar privilegiado en el escalafón del poder, conservando todas las ventajas asociadas con representar a la administración del Estado en el territorio bajo su directa, inmediata y desleal irresponsabilidad (sic). Lo querían todo: ser víctimas sin ser mártires, héroes gratis total, personajes de cantar de gesta y leyenda épica en el marco de una bufa pantomima que ha llevado a muchos de ellos (Puigdemont, Anna Gabriel, Marta Rovira…) a poner pies en polvorosa a las primeras de cambio. Si bien se analiza, ya hay caraduras autoexiliados o fugados de todos los socios del contubernio independentista: el clown Puigdemont de Juntos por Cataluña, la abisinia Anna Gabriel de la CUP y la monjil Marta Rovira, siempre a la sombra del padre, confesor y mártir, Oriol Junqueras (que imparte patentes de ortodoxia y pureza izquierdo-independentista desde su celda), por Esquerra Republicana de Catalonia Campusina. Pronto es muy posible que compartan también la condición de presos (políticos o no) junts en el talego.
No se engañe nadie, no. Ninguno de estos personajillos de guiñol tiene la grandeza de las víctimas que han sufrido y que padecen su condición de verdaderas víctimas, sean del tipo que sean. Han vivido y viven muy bien, han cobrado emolumentos de escándalo por subvertir el orden legal legítimamente establecido, con todos los riesgos de violencia, calamidades y desgracia que eso podía acarrear. Quieren que la cosa se tome a broma, pero ellos y ellas iban muy en serio, aunque fuera risible y ridícula su pretensión.
El nacionalismo es, per se, algo esencialmente malévolo y perverso, como enseña la historia reciente de España, de Europa y del mundo. Error de cálculo, porque eso, en Europa, donde lo han sufrido, y mucho, lo saben muy bien. Y, en una sociedad globalizada como la nuestra, es, además, ridículo de toda ridiculez. Más aún- porque entonces resulta además un contrasentido y una incongruencia- si se es de izquierdas y se postula y defiende la más justa distribución de la riqueza en el mundo. Mientras que el nacionalismo lo quiere todo para sí y los suyos, en exclusividad. En sus horas más bajas, e ignorando el daño que ya han hecho a España, a Cataluña y a los catalanes, la coalición de los partidos independentistas catalanes sigue empeñada en hacer presidente de la Generalitat a un hombre de paja, a un payaso, que ni siquiera se ha ganado la presidencia por el voto popular sino que disfrutó de la condición de presidente aupado por la componenda apresurada entre los partidos independentistas para “amortizar” a Artur Mas, tirándolo “a la papelera de la historia” por imposición de los anticapitalistas de la CUP, Anna Gabriel incluida de manera significada. Puigdemont salió de la nada para ser encumbrado de manera vicarial e interina a presidente de la Generalitat. Ahora dicen que quieren hacerlo presidente, ahora sí, “de verdad” porque aquí da la sensación de que todo hubiera sido de mentirijillas, vamos, el tinglado de la antigua farsa, cuyos principales protagonistas han quedado reducidos a villanos de opereta, muñecos rotos, lacrimógenas plañideras de vomitivo culebrón, rancio y trasnochado. Hastiados (“hostiados” tenían que estar algunos y algunas…) quedamos a la espera del siguiente numerito, mientras toda esta gentuza sigue cobrando por la cara (dura…) y la gente normal de a pie sigue sufriendo…y esperando…a Godot, que nunca llega.
