Vemos guerras, migraciones, desahucios, nuevos gobiernos, vidas y muertes. Todos o casi todos, somos conscientes de la dramática actual situación, observamos la pequeña pantalla, unos apenados y otros simplemente indiferentes, pero todos hipnotizados.
Masticamos nuestra comida, mientras centenares de niños perecen por falta de alimento en su cuerpo y mientras hay personas enfermas porque los cánones de belleza se les atragantan cual comida que no ingieren. Encendemos las luces y nos aseamos con agua caliente sin que por nuestra mente se crucen los rostros de personas que viven bajo cartones. Votamos a gobernantes que tarde o temprano regirán nuestro país, siendo su mayor fuente de beneficios la fabricación de armas. Y nosotros, los estudiantes, acudimos cada día a colegios, institutos y universidades públicos o privados, donde indirectamente nos obligan a comprar libros con precios inhumanos, que, claramente, la clase obrera, la cual generalmente acude a centros públicos, no podrá pagar. Nos intentan “culturizar” en un Estado donde la cultura tiene su sitio en el cementerio desde hace años.
Y sin embargo, permanecemos inmóviles ante la barbarie. Nos limitamos a soltar quejas banales sobre lo mal que se vive en España, pero siempre desde el sofá. Desde aquí lanzo una pregunta a todos los ciudadanos: ¿Por qué no alzáis la voz? ¿Por qué no os subleváis contra la opresión del control y la artificialidad? Nada a lo largo de la historia se ha conseguido permaneciendo callado y quieto, porque ‘quien no se mueve, no escucha sus cadenas’.