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Jueves, 18 de Abril del 2024
Saturday, 09 May 2020

Ciudadanos cambia su postura

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Tino Mulas Tino Mulas

CLR/Tino Mulas.

El pasado miércoles 6 de mayo se producía un hecho de importancia en la política española: Ciudadanos rompía en el parlamento su oposición frontal al gobierno y sembraba dudas sobre la continuidad de su alianza estratégica con PP y Vox.

De hecho el giro de la líder del partido, Inés Arrimadas, daba oxígeno a un gobierno necesitado de apoyos, máxime cuando ERC negaba el suyo y el Partido Popular, en otra de sus maniobras sin sentido, se abstenía en la votación de una nueva prórroga del estado de alarma cuando llevaba semanas despotricando contra ella. Pero aparte de esta cuestión coyuntural, este cambio de postura que lleva ya semanas gestándose tiene una enorme importancia política no solo en las circunstancias actuales, sino para la gobernabilidad de todo el país.

 

Me explico. Ciudadanos nació como un partido de centro, de ese centro que en España sigue siendo mayoritario aunque sus votantes hayan estado durante décadas más que abandonados. Ello le permitió crecer con rapidez, aunque desde un principio tuvo dos hándicaps: el excesivo marketing político que su líder personalísimo, Albert Rivera, imprimía a su gestión, y la preferencia de este por la derecha (convertida en derechona) y la extrema derecha frente al centro izquierda (o incluso centro) del PSOE. Los pactos a nivel de comunidades autónomas y ayuntamientos con un Partido Popular cada día más extremista y con Vox (por mucho que se ofreciesen explicaciones increíbles de que Ciudadanos no pactaba con este partido) y la escandalosa derechización de la formación hicieron que en las últimas elecciones Ciudadanos perdiese el 80% de los escaños. Y ello por un motivo muy simple: sus votantes, aunque le pesara a Rivera y a sus principales colaboradores, eran votantes de centro, no de derecha ni de extrema derecha, por lo que la dirección del partido dejaba voluntariamente a estos en la estacada y pasaba a competir en el superpoblado espacio de la derecha española (que también había dejado atrás el centro).

 

Ahora bien: la cosa no acaba aquí. Aunque en la recomposición de Ciudadanos no ha habido, al menos de cara a la galería, ni un ápice de autocrítica, es evidente que a nivel interno la cuestión ha sido diferente. Algunos líderes del partido, como Juan Carlos Girauta, pretendían continuar con la misma política que solo conducía a la desaparición del partido. Inés Arrimadas, la nueva líder de la formación, debió llegar a una doble conclusión: que había que cambiar la línea del partido y que era necesario, por el bien del país (algo que otros partidos no es que olviden, sino que parece que desprecian), colaborar con el gobierno en la solución de una crisis sin precedentes. En cuanto a la primera, el panorama que se abre es claro: salvo en Galicia, el Partido Popular depende en prácticamente todas las comunidades y ayuntamientos en los que gobierna de Ciudadanos, muchísimo más que de Vox. Es un hecho que los resultados electorales del PP en municipales y autonómicas fueron desastrosos y que no acabaron en debacle gracias a la derechización de Rivera y los suyos, que les dieron el gobierno en Andalucía, Castilla y León, Madrid y aquí mismo, en Murcia. Incluso la capital de España es gobernada por el Partido Popular gracias a Ciudadanos.

 

¿Qué pasaría si Arrimadas extendiese esta política de cambio a comunidades y ayuntamientos? Pues que la debacle para el Partido Popular sería total, puesto que en prácticamente en todas estas circunscripciones el grupo más votado fue el PSOE, mientras que el PP solo pudo gobernar en la mayor parte de ellos con pactos a tres bandas que, para Ciudadanos, tuvieron como consecuencia el descalabro electoral. Pero la cuestión no es solo a quién beneficiaría de entre los grandes partidos del país este posible cambio. La cuestión, sobre todo, es si la formación naranja será capaz de distinguirse de derechas e izquierdas y de hacer olvidar sus errores pasados, sobre todo sus pactos con Vox.

 

Arrimadas se encuentra ante una difícil tesitura. La trayectoria que su partido ha llevado hasta ahora le ha conducido al reciente desastre. Seguir por la misma vía solo lleva a la desaparición. Hay que cambiar la orientación del partido, hay que volver al origen. Y el origen está en el centro, en ese sector del electorado que es quien decide finalmente el ganador de las elecciones en España. Y en España, al menos en mi opinión, hoy más que nunca es necesario un partido de centro que sirva de nexo de unión y de válvula de escape de una vida política radicalizada hasta el extremo, en la que a algunos o a muchos el país, nuestro país, les importa un ardite (por no decir otra cosa) y en la que son más necesarias que nunca la templanza, la moderación y la sangre fría. Y entiéndaseme bien: no se trata de que un partido de centro, como debe ser ciudadanos, pacte siempre con la izquierda o siempre con la derecha. Se trata de que el centro pacte con quien le ofrezca un programa político menos extremista, ya que en ambos lados pueden encontrarse cosas mejores o peores. Eso es lo que quieren sus votantes. Y no que se utilice su voto para dar un cheque en blanco siempre a los mismos, quienes además no representan en absoluto sus ideas y sus preferencias políticas.

 

Y así están las cosas. Lo que sí es cierto es que Ciudadanos se encuentra en la mayor encrucijada de su corta historia. Y de las decisiones que tome dependerá su propia supervivencia. Y también el mapa político del país.

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