Mañana, mañana, mañana. Mañana será un día como otro cualquiera de este mal llamado verano. Porque es evidente que no será nunca recordado como el verano de nuestras vidas, o eso creo yo.
Cuando vuelva a escribir, dentro de quince días, habremos cerrado la página de un verano que todos hemos odiado con todas nuestras fuerzas. Habremos cerrado la puerta de un portazo a dos meses caóticos y donde este demonio chino nos ha jodido bastante, y, al menos a mí, nos ha coartado de realizar muchos planes que, antes de que estallara esta pandemia, llenaban mi lista de Google Keep.
Por mucho que me duela, quiero que te vayas. Quiero que te vayas para no volver y, si vuelves, que al menos sea con la vacuna debajo del brazo. Llevamos desde marzo sufriéndote como una larga enfermedad.
Llevamos preguntándonos una y mil veces el porqué de esta situación y de todo lo que vivimos. El verano ha acabado, SI, y con él acaban unos meses donde, en condiciones normales, hubiéramos vivido muchas cosas; hubiéramos vivido unos meses donde hubiéramos llenado nuestra mente de recuerdos, besos, abrazos, caricias y crónicas totalmente diferentes a las que, hasta ahora, he escrito.
Con el verano acaban ocho meses donde las calles de nuestra ciudad cambian de manera radical. Se llenan de rosa, de vida, de arte sacro, de túnicas, de nazarenos, de música, de pasodobles festeros, de marchas de Moros y Cristianos, de trajes de gala, de trajes de huertanos y del color y el sonido de la pólvora al estallar en el cielo ciezano. Ocho meses donde Cieza ha estado, porque tiene un pacto eterno con sus hijos, pero, al fin y al cabo, ocho meses donde cada mes que pasaba era un puñal que nos atravesaba el corazón; ya fueras festero, cofrade, fotógrafo o simplemente ciezano.
Mañana no sonará el cohete gordo y con él comenzaremos una nueva Feria y Fiestas en Honor a San Bartolomé, pero, aun así, yo os animo, como siempre hago, a seguir descubriendo cada rincón de nuestra tierra. Os animo a pasear por nuestra Atalaya, dejar que Cieza te robe el sentido cuando desde El Moro la ves, recorrer el entorno de nuestro Rio Segura, pasear en las noches por el Casco Antiguo, ir a comprar al comercio de toda la vida e intercambiar un afectuoso saludo con el tendero o las panaderas de toda la vida. Te animo, en fin, a que nunca dejes de querer a Cieza y de sentir cada uno de sus rincones como si fueran tuyos. Te animo a que lo hagas, porque ¿sabes qué? Antes o después tendremos la dichosa vacuna y mandaremos a freír espárragos a este virus y cuando lo hagamos: Cieza estará donde siempre, dispuesta a celebrar contigo todos y cada uno de los meses y fiestas que los ciezanos hemos ido configurando con el paso de los siglos.
Os espero en quince días, mientras sigo observando la vida
