Esta maldita crisis sanitaria nos ha arrebatado muchas cosas; nos ha arrebatado a amigos, familiares, recuerdos, experiencias, sueños, vivencias y quien sabe cuántas cosas más, pero también ha dejado congelada a la CULTURA. Escribo cultura con mayúsculas porqué entiendo que hemos perdido demasiadas cosas, todas incluidas en la amplitud de esta palabra, durante este largo año y medio. Nos ha faltado el cine, nos han faltado conferencias, nos ha faltado la presentación de uno u otro libro, nos han faltado exposiciones que llenaran las salas de nuestros museos y, por supuesto, nos han faltado los conciertos y nuestras bandas de música. Cuando un instrumento deja de sonar la vida es más triste. Una nota puede trasmitir sentimientos indescriptibles. Estoy seguro de que si ahora les pudiera preguntar, cara a cara, por un momento de su vida este estaría ligado a una composición musical, me da igual el género. Rock, pop, flamenco o música clásica, la cuestión es que ahí están esos compases que han marcado el tiempo de tú corazón o cerebro durante los minutos que dura esa obra musical, tres, cuatro, cinco minutos, da igual. Ahí están para la eternidad ese recuerdo y esa melodía.
El ciezano, indiscutiblemente, tiene sonidos que le abre en canal para desarmarlo emocionalmente. Al cofrade le rompe escuchar ‘’Semana Santa Ciezana’’ o al festero ‘’ Pérez Barceló’’ ‘’Amparito Roca’’ o ‘’ Caravana’’. Pero no solo es eso, también son los conciertos de Feria donde la Plaza de España suena a pasodoble, cañí y rancio, a España torera y flamenca, y a esa España de noches de verbena, olor a fritanga y banderolas en las farolas. Por otra parte, también es la Navidad donde no falta ese sueño de partituras que compuso Johann Strauss y que es el himno de tantos uno de enero, la Marcha Radetzky. Como ven, composiciones muy dispares sin, aparentemente, ningún denominador común salvo la evocación de emociones; ahora bien, hay mucho más. Hay una Banda Municipal que es santo y seña de nuestro pueblo. Una Banda Municipal de Música que, con Ginés Martínez a la cabeza, siempre está ahí para poner música a los momentos clave en la vida de los ciezanos. No hay Cuaresma, Semana Santa, Feria, Romería, Santa Cecilia o Navidad donde la Banda Municipal de Música no esté. Son el legado de aquellos músicos que un día decidieron colgarse al cuello un instrumento y alegrar la vida de la gente trabajadora de nuestro pueblo. La Banda Municipal de Música de Cieza es el regalo infinito de casi cien músicos que, semana tras semana, sacrifican sus viernes noche, como mínimo, para regalarnos a los ciezanos lo mejor que saben hacer: su música y sus interpretaciones. Son estos dos últimos elementos, la música y sus interpretaciones, de lo que los ciezanos estamos huérfanos desde hace mucho tiempo, demasiado. Debo reconocerles que a lo largo de este año me he sentido huérfano de la música de mi pueblo. He tenido que ir a buscar a otras poblaciones, principalmente Cehegín, lo que en mi pueblo ha sido una ausencia demasiado larga, eterna diría yo. Nuestro día a día no es lo mismo sin música, y la vida de los ciezanos no es lo mismo sin su Banda Municipal de Música, la de las mañanas del 24 de agosto a las ocho de la mañana en la Esquina del Convento, la de la mañana del pregón interpretando a todo trapo ‘’La Cortesía’’ o la de las noches de otoño e invierno convirtiendo la Calle Cadenas en un auditorio donde imaginarse futuros conciertos.
No sé donde estará la música de mi pueblo, pero si sé que los quiero de regreso cuanto antes. ¡La vida sin la Banda Municipal de Música de Cieza es más triste y melancólica! Ojalá escuchar pronto esa frase que tanto añoramos: ‘’música, maestro’’.
Os espero en quince días. Mientras sigo observando la vida.