Pero no es éste el único mal momento del año para nuestras mascotas. Después de un par de meses de las fiestas navideñas, multitud de cachorros de perros y gatos que fueron regalados por padres irresponsables a niños que no eran capaces, por su edad, de responsabilizarse del cuidado de los cachorros, son abandonados a su suerte, o entregados a protectoras y refugios. Y lo mismo ocurre cuando llega el verano, momento en el que muchas familias se van de vacaciones y abandonan a sus mascotas porque constituyen una molestia para ellas. Ciento cincuenta mil animales de compañía, en su mayoría perros, son abandonados cada año en España, lo que nos da el dudoso honor de ser el país desarrollado donde más mascotas se abandonan. Y lo peor es que la cifra aumenta cada año.
Algunos dirán: se trata de animales. Es cierto, son animales. Pero no son seres inertes, sin sentimientos y sin necesidades. Un perro, por ejemplo, no es sólo un mamífero que come, pasea, orina o ladra. Un perro, cuando entra en una familia, siente que forma parte de ella, y empieza a desarrollar lazos afectivos con todos sus miembros, como si se tratara de una manada, con su jerarquía, en la que el perro ocupa un lugar determinado. Pero no podemos olvidar que los perros, los canis familiaris, pertenecen a una especie que ha sido creada por el hombre a partir de los lobos originarios, seleccionando los especímenes más dóciles y obedientes, humanizándolos hasta llegar a un animal que, aunque puede asilvestrarse y vivir en manada con sus iguales, no es feliz lejos de los seres humanos.
De hecho, los perros “necesitan” a los seres humanos. Y los necesitan porque, una vez que los conocen, que conviven con ellos, tejen los lazos afectivos que hemos mencionado antes. Unos lazos tremendamente fuertes, y que rara vez exigen reciprocidad. De hecho, los perros adoran a sus amos hasta extremos inimaginables. Muchos de ellos soportan palizas y hambre por parte de sus dueños, y sin embargo acuden sumisos cada vez que se les llama, mendigando una caricia. Y no se trata de un amor interesado. Un perro que viva con una familia rara vez mostrará más cariño por la persona que le da de comer (no olvidemos que para los cánidos la comida es poco menos que el motor de su vida) que por el resto. El perro, como las abuelas, los quiere a todos, pero en función de su propia personalidad tendrá más afinidad con unos que con otros.
¿Qué le ocurre a un perro cuando es abandonado? Lo primero, el desconcierto. El perro no sabe lo que ha pasado. Él no tiene conciencia de haber hecho nada malo, no comprende dónde están los suyos. Busca, desorientado, a su familia, ésa a la que adora pero que le ha tirado como si fuese basura, algo inútil que ya no sirve. Muchos perros abandonados, acostumbrados a vivir con humanos, siguen a cualquier humano que pasa a su lado buscando el cariño y la protección perdidos. Muy pocos tienen la suerte de que alguien se apiade de ellos y los adopte. Otros pasan hambre y sed esperando que sus amos vuelvan, sin saber que sus amos no les dedican a su recuerdo ni un solo segundo. Algunos vagan asustados, con la mirada perdida y huidiza, incapaces de entender lo que les pasa. Muchos son recogidos por asociaciones protectoras y refugios, y en demasiadas ocasiones son sacrificados tras pasar un tiempo sin que nadie los reclame o los adopte. Sacrificados por el único delito de ser un estorbo para sus dueños. Y algo muy parecido sucede con los gatos y otras mascotas.
La humanidad no sólo se demuestra con nuestros congéneres humanos. Para mi resulta inhumano tratar así a unos seres que nos adoran y que serían capaces de cualquier cosa por nosotros. Porque, como he dicho antes, el amor de nuestra mascota es un amor incondicional, sin fisuras, sin exigencias. Bueno, sí; algo exigen: una caricia, un minuto de juego, una palabra cariñosa. Y a cambio nos lo dan todo.
Por eso, para mí al menos, y sé que para mucha otra gente también, poco tienen de humanos quienes son capaces de abandonar, maltratar o matar a sus animales, simplemente porque ya no les hacen falta o les molestan. Si lo hacen con las mascotas, no sería de extrañar que fuesen más que capaces de hacerlo también con sus congéneres humanos. Porque son bestias: bestias feroces de dos patas. Y si no son capaces de mostrarse como seres humanos de motu proprio, la ley debe impedir que cometan las salvajadas que llevan a cabo, y castigarles si las hacen.