La atmósfera taurina comenzó sobre las once de la mañana, cuando medio centenar de niños acudieron al ruedo del centenario coso, para recibir una clase práctica de toreo, por parte de Cama y Jiménez Fortes. También el sorteo de las reses tuvo un ambiente de alta asistencia de público, y lo más esperado llegaría a las cinco de la tarde, cuando hicieron el paseíllo: Padilla, Fortes y Cama.
Tres toros de Fermín Bohórquez sustituyeron a los anunciados de Sancho Dávila. "Famoso", con 470 kilos, de Bohórquez fue el protagonista de la alternativa del torero ciezano, el cuál le enjaretó un hermoso quite por chicuelinas. Prosiguió por "delantales" con mucho sabor, para solicitar el cambio de tercio. Puso tres magníficos pares de banderillas; brindó a sus padres, y quiso pero no pudo construir una faena de enjundia, debido a la escasa prestancia del toro. Lo finiquitó de un pinchazo y estocada entera. Recibió una oreja. Su segundo fué, con diferencia, el mejor toro del festejo. Lo recibió con espléndidas verónicas. El astado recibió un buen puyazo. Hizo un meritorio quite, para completar con cuatro pares de banderillas, marca de la casa. En la faena de muleta se le vio mucho más motivado, y aunque tuvo ciertas intermitencias, Cama ofreció un toreo variado, que en algunos momentos hizo crujir al público. Tras pinchazo, media estocada y diversos descabellos, el público le premió con una oreja.
Del "ciclón de Jerez" el personal esperaba todo cuanto ofreció: un toreo de proyección populista y siempre intentando contentar las querencias del respetable. Las banderillas fueron espectaculares, aunque sin el sabor torero que puso Cama. A su primero, un soso ejemplar de Valdenebro, le cortó dos orejas; mientras que en su segundo la benévola generosidad de público y presidente le hicieron pasear el rabo de "Impecable"; un toro falto de raza y soso, donde el jerezano lo puso todo. De un estoconazo terminó, recibiendo los máximos trofeos.
Posiblemente, lo más portentoso de la tarde vino de parte del malagueño Jiménez Fortes. En su primero, un animal que se lesionó en el transcurso de la lidia, lo trasteó con mimo, sin apenas poder bajarle la mano. De una estocada perpendicular y descabello terminó con "Rotundo" de Bohórquez. Una oreja. En el quinto; que brindaría a su cuadrilla por ser el último festejo de la temporada, lo toreó de capa con firmeza e intenso sabor. Fue con la muleta donde el malagueño se rompió con "Vinatero" de Valdenebro; emotivo y profundo, exhibiendo sus mejores cualidades toreras; sin haber perdido un ápice de valentía, después de haber sido uno de los toreros más castigados por las cornadas en los últimos tiempos.
La coqueta plaza registró media entrada; y esto podría tener dos lecturas: los que fueron, vivieron un festejo con altas dosis de emoción, disfrutaron con unos toros bien presentados, con cuajo y que en conjunto dieron buen juego. Los toreros demostraron honestidad y un deseo de agradar, sin fingimientos; -como suelen hacer alguna que otra figurita del escalafón.
Y la otra lectura sería para los que sueñan tal vez, que los cosos taurinos fueran volatizados y en su lugar se instalaran macro-botellones o cosas parecidas. Si existe un espectáculo con mayor grado de libertad y democracia, ese es la tauromaquia: es el propio público quien decide el devenir del éxito o fracaso de los actuantes. En ningún espectáculo el público puede decidir. Todos sabemos el fanatismo y agresividad destilados en los estadios de fútbol. Sin embargo, en el espectáculo taurino todo transcurre en un marco de tolerancia y respeto. Los fanatismos están excluidos.
También es cierto, que sobre este espectáculo recaen etiquetas ideológicas, que en nada tienen que ver con la realidad. Algunos de los partidos prohibicionistas lo vinculan al antiguo régimen, por el hecho de ser denominado como "fiesta nacional"; -cuando esto no tiene sentido, ya que otros países como Portugal, Francia, México, Perú, Colombia y Venezuela también ofrecen espectáculos taurinos, por lo tanto esta "fiesta" es internacional. Y su consistencia histórica proviene de hace más de treinta siglos, ya que las primeras manifestaciones taurinas se dieron en la isla griega de Creta; cuando uno de los pueblos más pacifistas de la antigüedad, como eran los "minóicos" ejercían rituales iniciáticos con toros.
Si algún día, los enemigos de la tauromaquia conocieran el trasfondo simbólico-litúrgico que subyace en el ritual donde un toro representa la más alta cota de masculinidad; es el macho por excelencia. Y el torero encarna la esencia femenina, y que en el transcurso de la lidia irán invirtiendo sus papeles, hasta llegar al éxtasis...¡Tal vez, igual cambiaban sus predicamentos!. La tauromaquia es una religión proveniente de una cultura mediterránea ancestral, que sobrevive en tiempos donde la cultura no es precisamente la base de la sociedad; sino todo lo contrario.