Jaime tiene mujer, dos hijos, una hermosa casa, dos coches y una suegra que atender. Mamá se las arregla sola y sobrelleva su vejez con dignidad. Pero un día ocurre lo inesperado; la empresa para la que trabaja Jaime lo deja en la calle por razones de reajuste de personal. La lamentable situación lo lleva a decisiones drásticas porque no puede mantener su tren de vida. El espectador se lleva de la función risas, sonrisas, caricias, pellizcos y, sobre todo un cesto lleno de emociones envuelto en un celofán de sonrisas».