El lema, inocuo sino, atesora los logros del décimo cumpleaños de la iniciativa de Pardos. Se propusieron, como reza en su web, “idear, investigar, aplicar y difundir una educación y una cultura sistémicas y de progreso, dentro del espíritu de la Ilustración, que permitan al ser humano desarrollar el inmenso potencial interior de su mente, experiencia y voluntad, para ayudar al mayor desarrollo de la persona, su afirmación y liberación intelectual”, y en ello trabajan.
Cercados por la Andelma, la milenaria acequia, y silenciados por la Atalaya, americanas, tacones, corbatas y brillantes se pasearon por ‘La Hoya de Los Álamos’, la casa de la Fundación. Las bondades de los propósitos de 10 años salvaguardaban la jornada festiva.
El filósofo e intelectual español, Fernando Savater escribía hace menos de una semana en El País sobre la ilustración en la crítica al nuevo libro de historiador británico Anthony Pagden. En el artículo se puede leer: “Frente a los creyentes que aceptan, tiemblan y confían, los ilustrados son pensantes que ponen en cuestión, discuten, concluyen… y también confían. Alcanzar una frágil balsa de confianza para flotar sobre tormentas y tormentos, en ese objetivo definitoriamente humano coinciden por caminos opuestos la fe de los sencillos y la razón de los ilustrados.”
El movimiento ilustrado fue cuestionado en La dialéctica de la Ilustración de Adorno y Horkheimer ligados a la teoría crítica. En su obra la culpaba de los atroces males totalitarios del siglo XX. Pero la tarde del sábado, en el patio de ‘La Hoya de Los Álamos’ solo había esperanzas y logros. Logros por el trabajo realizado en educación, con iniciativas que se imbrican en un aprendizaje diferente. Esperanza por las nuevas metas que la Fundación se plantea. Y las ganas de marcar nuevas, al menos, 10 años más.